El cisne negro (John Merrill)
Negro sobre el agua tranquila más allá de patios con junquillos avanzando, el cisne negro convoca un caos privado que trina a su paso, asumiendo, como una cuarta dimensión, un esplendor que llama al niño con ideas blancas de cisnes a que se acerque a ese lago verde donde cada paradoja maravilla. Aunque el cuello negro se estira no tan diferente a un signo de interrogación en el lago, el cisne prohibe las preguntas fáciles: una cosa en sí misma, equívoca, conocida desde antes como el dolor, o una mujer que cantan mientras despertamos; y la canción de cisne que canta es el inmenso silencio del cisne. Ilusión: el cisne negro sabe cómo atravesar las expectativas, el pico apunta ahora a su propio pecho, ahora a su reflejo, y cruza nuestras vidas, si el lago es la vida, y con el más sutil de los giros de su cuello convierte, con el tiempo, el daño del tiempo; en menos de una pluma negra, la congoja del tiempo. Hechizador: el cisne negro ha aprendido a entrar al centro perdido de la tristeza